Un recuerdo, uno solo, inhibe mis pasos
en noches de luna hechicera;
¡ay! qué desamor me has legado, qué ira,
si ni el viento al mover los pastos
te nombra, y triunfaron las primaveras,
el manzano en flor, la golondrina…
Pero mi sauce patagónico tendió lazos
que tu nunca romperás.
Exaltábase mi espíritu bajo su amplia copa,
dulces sueños sus follajes engendraron,
mas como nubarrón que anuncia la tormenta
el anatema las sombras suspiraron.
¡Ay! cómo ansío que tu alma regenere
en el ciclo redentor.
No todas mis huellas toleran recuerdo
ni todos los juegos, consienten al juego;
mi infancia es alegría que preservo
de danzar bajo el árbol protector,
mas tu sino es yugo que me embiste
con agónico furor.
¿Fue tu muerte elegida mera brisa del peñón?
El arma empuñada ¿sentencia de la historia?
No hay lápida alzada en tu memoria,
ni sentencias que las brisas expiaron -
¡Suelto las cadenas y renace el esplendor!
La libertad reconquistada...
de vivir en mí.
© Silvia Evelina, Buenos Aires, Argentina, 2011.
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